"Quiero ser aquel pájaro libre", Sara González García

Escuché
coches.
¿Cómo podría haber coches si estamos en
cuarentena y tenemos que aislarnos?
Suavemente
saqué mi cabeza de debajo de esa cómoda manta, empecé a ver todo rojo pues la
luz del sol me dio en la cara.
¿Pero si yo
anoche estaba en el cuarto?
Abrí
los ojos lentamente y vi un perfecto cielo azul sin nubes que tapaban el sol, o
humo por la contaminación. Me asusté, pues como dije, yo estaba en mi cuarto.
Miré hacia mi alrededor: todo era cielo solo lograba ver la parte de arriba de
la iglesia
¿Estaba
en una nube? ¿Había muerto?
Miré
hacia abajo y estaba en un nido recubierta de hojas y en un árbol con hojas y
verde abundante...Era precioso, se veía tan tranquilo, y tan sabio...Se notaba que
llevaba años ahí y con esos viejos ojos aprendía de la vida.
-¡Wow, señor Árbol, apenas te conozco pero ya puedo sentir que usted tiene un corazón
de oro y que vale la pena que usted siga aquí.
(El
árbol parece que me haya escuchado pues una brisa tierna hizo que sus hojas me
hicieran cosquillitas en la cabeza)
Siempre
había tenido una gran admiración por la naturaleza pero:
¿Por
qué estaba en un árbol?
Mire
más hacia abajo, debajo de la rama que sostenía el nido. Era realmente alto,
apenas lograba ver a las pocas personas que estaban caminando. Grité todo lo
alto posible, pero parece que nadie me escuchara o pasaran de mí…
Después
de unas horas logré calmarme y disfrutar de las vistas que tenía desde aquel
gran árbol...Cuando vi el mar, el corazón me dio un salto…¡Hacía tanto que no
veía aquel hermoso mar con las olas rompiendo en la arena…parece que fue ayer
cuando Papá me enseñaba a nadar y nos divertíamos horas y horas jugando en el agua
o en la arena!
Una
lágrima se me salió, pero no de tristeza; sino de alegría al poder mirar y
sonreír por un bonito recuerdo...Siempre pensaré en el mar como un amigo: amo al
menos respirar ese olor a agua de mar. Es tan reconfortante que casi puedo sentir que
estoy allí si cierro los ojos, casi puedo sentir los pies pasando por la arena
mientras corría y me quemaba los pies por ese amasijo tan caliente...Esos
momentos son tan felices que quisiera volver a recrearlos, tan lejos pero a la
vez tan cerca si tan solo esto se acabase o no hubiera ocurrido; bueno, igual no
puedo centrarme en el pasado, pero quizás si podemos cambiar el futuro. Escuché
una voz familiar, así que la perseguí con la mirada: efectivamente era mi madre
que había salido a comprar, lo que sentía era extraño pues quería gritarle para
que me viera e irme de este árbol, pero sabía que tendría que volver a encerrarme
en casa y aquí estoy tan cómoda y tan feliz viéndolo todo tan libremente, que
un nudo en la garganta hace que se me cierre y no pueda gritar…Lo intenté pero
no podía y me asomé a hacerle gestos a ver si era capaz de verme entonces en
menos de un segundo sin siquiera poder hacer nada.
¡Pum!
Caí
de aquella rama solo...Caía y caía. Vi mi vida pasar por los ojos todos esos
momentos bonitos que ansiaba volver a repetir, y no todo lo que fui, sino todo
lo que pude haber sido, no quería morir pero, ¿qué podía hacer? Estaba cayendo
cuando de repente paré de caer pero no me golpee, abrí los ojos y efectivamente
estaba volando.
¿Cómo
es eso posible? Tanto tiempo sentada en aquel árbol, ansiando ir al mar y podía
volar...Fui volando sin dudarlo al mar, que es lo que más ganas tenía de hacer al
finalizar la cuarentena: darme un baño de agua salada, quitarme lo malo de
encima y, de alguna manera, estar a su lado...Al mirarme reflejada en el mar me
di cuenta que era un pequeño y frágil pájaro, me sorprendí pero en ese momento
no tenía tiempo de pensar solo quería zambullirme, luego salí volando con el
viento chocándome en la cara, al fin me sentía libre, al fin sentía que ya no
tenía una mochila colgándome del cuello, al fin no me sentía atada, disfruté
esos pequeños minutos apreciando toda la belleza que desde mi casa no podía
ver: cada árbol, el hermoso mar, las grandes montañas, recordando aquellas risas
en aquellos encuentros con amigos, sonriéndole a la vida.
Fue ahí cuando escuché un espantoso ruido y la voz de mi madre diciendo:
Fue ahí cuando escuché un espantoso ruido y la voz de mi madre diciendo:
-Sara, levántate
es la hora de desayunar.
¿Todo
había sido un sueño? Ahora que lo pienso, era obvio, pero no quería despertarme;
entonces me desperté.
Al ir al baño me miré en el espejo: ya no era
un dulce pájaro, ni mucho menos estaba en libertad; era otro día más encerrada
en mi casa, separándome de todo aquello que me hace sentir yo misma…¡Ojalá
pudiera hacer algo más que quedarme en casa para que esto acabe!
Estábamos tan ciegos…
¡Qué daño le hacíamos a aquellos que tan solo
nos cuidaban y ahora tan asustados que deseamos y prometemos no volver a
hacerlo!
¡Tanto
tiempo advirtiendo, y se tomaba como algo sin importancia, y ahora es lo más
importante que ya tan solo queremos cuidarla!
¡Tan
arrogantes fuimos, sin corazón y sin motivos destruimos…ahora somos nuestra
propia destrucción!
El tiempo decidirá si otra oportunidad es lo
que nos quieren dar, o si ya nuestra oportunidad pasó.
Yo
solo quiero cumplir mi sueño y poder ser aquel pájaro libre que se bañaba en el
agua y se revolcaba en la arena...
¡Magnífico, Sara! Tu prosa poética destila encontrados sentimientos por todos lados...Quédate con los bonitos recuerdos de tu padre, pero debes seguir adelante por él y por todas las personas que forman todavía parte del nido del árbol de la vida...
ResponderEliminarGenial, Sara! Me has emocionado, mi niña.
ResponderEliminar